Desde que Laura Esquivel lo contara en el libro titulado “Como agua para chocolate” y Alfonso Arau (director de cine y entonces marido de la escritora) lo mostrara en las pantallas, los pétalos de rosa se han hecho mucho más apetitosos de lo que nunca habían parecido.
Sin embargo, hay que tener mucho cuidado y tener claro que las flores, de forma generalizada, no se pueden comer. Y muchísimo menos las de floristería, que casi siempre tienen pesticidas. Si hay que ser más que prudente en estos casos, quizá sería bueno que se perdiera el miedo a la utilización de las que se pueden adquirir en tiendas especializadas.
Las flores no son, como podría parecer en un principio, un extraño ingrediente que tan sólo se emplea en lugares exóticos. Muy al contrario, se emplean mucho más de lo que se cree. Y es que muchas plantas aromáticas poseen flores comestibles que, además de dotar a los platos de una bonita decoración, los dotan de un aroma y un sabor extraordinarios que, en muchas ocasiones se incrementan si se combinan adecuadamente con sus hojas.
Caléndulas y rosas
Las flores se empleaban como guarnición desde tiempos inmemoriales cuando no eran una excentricidad culinaria, sino que formaban parte de la dieta normal de gente con dinero. Un buen ejemplo de ello son las caléndulas , que ya en la antigüedad eran muy apreciadas por sus cualidades comestibles en La India, Grecia y algunos países árabes. Con un sabor algo amargo, la caléndula se empleaba, junto con las hojas para perfumar en pociones, caldos y bebidas.
Del mismo modo, las rosas aparecen frecuentemente en antiguos libros de cocina. Con ellas se elaboraban conservas de rosas, pimpollos en vinagre, tartaletas y salsas de escaramujos. Su agradable aroma, su enorme belleza y lo su sabor dulce las siguen convirtiendo en un atractivo ingrediente. En la actualidad se emplean frecuentemente en ensaladas acompañadas de frutas. En ese caso, se deben quitar los extremos blancos de la base, enjuagar con agua y secar. Cuanto más perfumadas sean las rosas, más sabor y más olor dejarán en el plato.
Capuchinas y violetas
Otra de las más utilizadas desde antiguo es la capuchina, también denominada taco de reina que, en el siglo XVI se importó a Europa desde Perú. De la planta se pueden aprovechar para emplear entre fogones, además de las flores, las hojas y los botones. Debido a su sabor algo picante al principio recibían el nombre de berros de las Indias. Se emplean en ensaladas y combinan muy bien con perejil, estragón, pimpinela y cebollitas.
También en ensalada resultan muy ricas las violetas que se combinan especialmente bien con las endibias. Además, son muy adecuadas como relleno para tortillas, así como de guarnición de sopas frías. De sabor suave y delicado, se pueden consumir frescas, secas y confitadas. De cualquiera de sus maneras esta flor resulta muy decorativa. Más multifuncional es la flor de lavanda que al igual que puede añadirse al conejo, al pollo y al arroz, se emplea para la elaboración de helados y otros dulces.