El diario El País ha publicado con fecha 23/12/2013 el siguiente articulo que quiero compartir con ustedes.
Recetas
A juzgar por los escaparates de las librerías, se diría que los españoles estamos aprendiendo a comer. La avalancha de libros de gastronomía y dietética (incluidos los de enzimas mágicas) es tal que el mercado corre peligro de saturarse, con la consabida secuela de excedentes que regresarán a los almacenes para permanecer en letargo hasta que, dentro de un par de años, reaparezcan devaluados en las rebajas estacionales. Como a nadie se le escapa, la proliferación de libros gastronómicos y afines tiene mucho que ver con algunos programas y espacios televisivos con presencia de chefs y cocineros en ciernes que han conseguido audiencias antes impensables. Hace unos años ese segmento de la producción editorial era discreto, pero ahora estamos sepultados bajo un alud de libros de chefs, cocineros y mindundis cocinillas de toda laya. Algunos funcionan comercialmente mejor que otros, como Sí, chef (Espasa), que contiene las recetas del jurado de MasterChef; Tapas, la cocina del Tickets (RBA), de Albert Adrià (que de paso publicita su “gastrobar” barcelonés), o el muy vendido La boutique de pastelería (Blume), de Peggy Porschen, cuyas recetas de cupcakes (otra moda importada) circulan vertiginosamente por las redes sociales. Bueno, reconozco que a mí esos libros me interesan muy poco, pero hoy he estado salivando mientras hojeaba No más recetas de mamá (Plaza & Janés), un original recetario con comentarios autobiográficos, cuyos autores son tres antiguos “erasmus” (Marc Castellví, Adrià Pifarré y Carlos Román) a los que les dio por comer bien en Manchester —donde no es fácil hacerlo— y que, más tarde, desarrollaron sus experiencias en un blog muy visitado. Como la cabra tira al monte, la receta que más me ha gustado es la del Kentucky Fried Rabbit (conejo), pero siguiendo su consejo acerca de que las “recetas están para saltárselas”, decido hacer un viaje a una cercana franquicia del Colonel Sanders y conformarme con el original a base de pollo. Para chuparse los dedos.
Importantes novedades a cargo de historiadores e hispanistas anglófonos. El señor del mundo (Planeta), de Hugh Thomas, completa la trilogía iniciada con El imperio español: de Colón a Magallanes (2003) y continuada con El imperio español de Carlos V (2010). El nuevo volumen se centra en Felipe II (el “gran procrastinador”) cuando ya había finalizado la fase más expansiva del Imperio y los conquistadores habían dejado paso a los gobernadores, administradores y burócratas. La trilogía de Thomas —un historiador que siempre ha sabido interesar al lector no especialista— constituye una de las más completas y ágiles panorámicas del periodo, por más que en ella puedan encontrarse algunas simplificaciones y ciertas carencias que su público primario, el lector culto angloamericano, no echará de menos. Particularmente interesante es la caracterización del monarca como “déspota ilustrado” y exageradamente piadoso, capaz de mantener a la vez una biblioteca de más de 14.000 volúmenes y una colección de casi 7.000 reliquias. La armada invencible (Pasado y Presente), de Robert Hutchinson, incorpora y reelabora con sentido crítico y amenidad las más recientes investigaciones de historiadores británicos y españoles en torno a un acontecimiento anteriormente contaminado por las pulsiones nacionalistas de historiadores de ambos bandos, lo que ha provocado la persistencia de mitos en el imaginario colectivo de los dos países. El también británico Geofrey Parker (que se ha ocupado en reiteradas ocasiones de los mismos temas que Thomas y Hutchinson) explora en El siglo maldito (Planeta) el conjunto de desastres que se sucedieron en el globo durante la segunda mitad del siglo XVII —hambrunas, invasiones, sequías, guerras, asesinatos políticos— y la influencia que en el desarrollo de la economía y la sociedad europeas tuvieron las profundas alteraciones climáticas —“la pequeña edad de hielo”— que concurrieron en la primera mitad del siglo y contribuyeron decisivamente a la duración de las crisis. En el epílogo del libro (“es el clima, estúpido”), Parker encuentra ciertos paralelismos entre los desastres climáticos del XVII y los de la actualidad, afirmando que de producirse hoy una secuencia de catástrofes naturales de similares proporciones “acabaría con la vida de miles de millones de personas”.