El bullicio habitual en la cocina de cualquier restaurante del mundo se reduce en el local vietnamita “Bread of Life” (Pan de la vida) al huérfano trajinar de los “wok” entre el notable silencio de sus cocineros sordomudos.

Los 19 maestros de los fogones son sordomudos y gesticulan sin tregua para comunicarse mientras saltean verduras, fríen carne, amasan o ligan salsas.
Cuando llegan, muchos de ellos son muy tímidos, no están acostumbrados a hablar con gente y es la primera vez que trabajan, comenta Hô Thi Phuong Thao, una joven vietnamita coja que es una las encargadas del local desde su apertura en 2005.
Pero al cabo de un año ganan confianza y se les ve muy contentos. Incluso se han formado parejas, añade la chica con una sonrisa pícara.
La cocinera Nguyen Thi Li Na, de 26 años, se ruboriza cuando Thao le pregunta en lenguaje de signos por su novio, un cocinero sordomudo del que se enamoró hace dos años y con quien tiene previsto casarse en los próximos meses.
La prometida contesta que uno de los aspectos que más agradece de su trabajo actual es el contacto con los clientes, en su mayoría turistas o residentes extranjeros, ya que el restaurante está especializado en platos occidentales, como las hamburguesas y la pizza.
Cuando tenemos tiempo les enseñamos algunas señas a los turistas. Les gusta mucho y a nosotros también. Antes de trabajar aquí apenas tenía contacto con nadie excepto mi familia. Fue un desafío conocer a gente diferente y hacer nuevos amigos, dice la mujer.
Los camareros y los encargados, casi todos con capacidad auditiva normal, han tenido que aprender el lenguaje de signos para poder comunicarse con los cocineros.
Tardé apenas un mes en entenderme de manera básica con ellos. Es muy fácil. Intento aprender más apuntando cada día las señas nuevas, comenta Thao.
La cocinera Na sí tenía nociones del lenguaje de signos antes de comenzar a trabajar en el restaurante, pero otros compañeros suyos lo tuvieron que aprender in situ con la ayuda de un profesor.
Ahora son los veteranos los que enseñan el lenguaje a los nuevos, apunta Thao.
La estadounidense Kathleen Huff y su marido Bob fundaron este proyecto en la ciudad de Danang.
Queríamos ayudarles, pero también demostrar a los vietnamitas de qué son capaces los sordos. Son inteligentes y pueden aprender muchos oficios, pero muy pocos tienen un empleo en Vietnam, indica Kathleen.
El matrimonio Huff también ha puesto en marcha cursos de formación profesional y clases de inglés para discapacitados, porque el restaurante sólo puede acoger a una pequeña parte de los sordomudos de la región.
Según Kathleen, el 80 por ciento de los sordos vietnamitas son analfabetos y muchos de ellos ni siquiera conocen la existencia del lenguaje de signos, sobre todo aquellos que viven en áreas rurales.
Aunque existen 85 escuelas para sordomudos en Vietnam, la estadounidense cree que es insuficiente y subraya que muchas familias ni siquiera han oído hablar de estos centros especializados.
Muchos van unos pocos años al colegio convencional, pero lo abandonan pronto porque no pueden seguir el ritmo. Les cuesta normalmente dos años pasar de curso, de manera que con 18 años estarían en quinto de primaria, explica Kahtleen. El objetivo de ‘Bread of life’ es conseguir que los sordomudos sean dueños de su destino, añade la mujer.